Capítulo 4: Hora de verdades
Busco una estrofa llena de verdad
Que grite al mundo todo es en balde
Mas encontrarla aun no he podido
Y el sin sentido me motiva al fraude...
Que grite al mundo todo es en balde
Mas encontrarla aun no he podido
Y el sin sentido me motiva al fraude...
Almafuerte
Chrystal no sabía que debía esperar de esa chica
pero, desde luego, no era eso. Vale que al ser una prostituta de Whitechapel no
podría esperar gran cosa pero se imaginaba una excepción que confirmara la
regla ya que le había robado el corazón a su primo pero allí sentada, en la
habitación nº 13 de Miller’s Court con Mary enfrente, solo quería salir de ese
deprimente sitio.
La chica era menuda aunque eso sí, bastante delgada.
Llevaba el pelo rubio, no tanto como el de Chrystal pero si lo llevaba
enmarañado y poco arreglado. El vestido era de un rosa pálido que no le
favorecía mucho por su tono de piel y Chrystal, que nunca se había considerado pija,
pensaba que muy mal habría que estar para ir con esas pintas.
-¿Y bien? ¿has acabado con el reconocimiento?
En ese momento Chrystal volvió a la realidad y se
dio cuenta de que tanto ella como Sydney la estaban mirando.
-Eh…sí, perdona
-No pasa nada
-Bueno, como iba diciendo-Sydney retomó la
conversación que estaban teniendo antes-Chrystal ha querido ayudarme a enfrentarme
a mi padre y decírselo. Estoy muy preocupado porque pueda pasarte algo-en ese
momento, él cogió a Mary de la mano y ella se apoyó en él; parecía una escena
tan tierna pensó Chrystal. Pero igualmente había algo en esa prostituta que no
acababa de gustarle. No sabía qué era pero había algo raro en ella y tenía
miedo de que esa puta, porque no tenía otra denominación, se aprovechara de su
primo.
-Oh ¿enserio? Pero Sydney sabes que tu padre nunca
aceptará lo nuestro…
-Me da igual, además voy a tener la ayuda de Christal,
¿verdad?
-Sí, claro-Christal le sonrió a su primo, para
inspirarle confianza a sabiendas de que su padre jamás se lo permitiría.
Mary le apretó la mano a Sydney con una amplia
sonrisa mientras Christal les miraba.
-Bueno, decidme, ¿cómo os conocisteis? Sydney me
contó una pequeña historia muy resumida, quiero conocer cómo nació ese amor.
Sydney se quedó callado, avergonzado parecía y Mary,
después de suspirar, se decidió a contar la historia.
Era
un día por la mañana cuando Sydney fue a casa de su primo Jared. Jared
Pietsberg era un niño pijo, demasiado de su condición económica. Como siempre,
uno de los criados le hizo pasar al comedor mientras esperaba a que su primo se
levantara ya que aún dormía ¡y eso que eran más de las doce del mediodía! Con
él no hay quien pudiera hacer cosas; siempre estaba durmiendo, comiendo o en
los mejores burdeles de Londres. Es cierto que Sydney había ido con él en
numerosas ocasiones pero a sus diecinueve años quería tener relaciones sexuales
con alguien a quien quisiera y que le quisiera a él y no pagando, si no se
casaba ya tendría tiempo de pagar cuando fuera más mayor.
Absorto
en sus pensamientos, Sydney paseó la vista por el comedor. Era una sala
bastante amplia con la gran mesa con un blanco mantel en el centro, las sillas
estaban dispuestas enfrente de la mesa con una sola a la cabecera, a pesar de
que había dos esquinas; sobre la mesa estaba dispuesto el desayuno para su
primo: dos jarras, una con café y la otra con zumo de naranja, tostadas, mantequilla,
tortitas, churro y chocolate junto al periódico de la mañana aunque de ahí,
luego su primo no se comería ni la mitad, quizás una taza de café y media
tostada. Odiaba eso, la cantidad de comida que desperdiciaba cuando había gente
muriéndose de hambre, pero no podía decirle nada a Jared ya que en su casa
pasaba igual. El resto de la sala era de la misma uniformidad que tenía la
mesa, su tío era muy sobrio y a pesar de las batallas que había mantenido su
mujer con él no había logrado decorar toda la casa como ella quería, sino mitad
y mitad. Al mirar alrededor de la sala Sydney se percató de un cuadro que no
había visto antes y se acercó a mirarlo. En el cuadro salía una chica rubia con
el pelo ligeramente enmarañado, sus ojos eran de un azul bastante intenso
aunque se veían apagados y su sonrisa era triste, como si tuviera que soportar
la foto porque no le quedaba más remedio y llevaba un vestido verde claro que
parecía muy desgastado. Sydney la miró fijamente, embelesado.
-Guapa,
¿verdad?
La
voz irónica de su primo le sobresaltó y se giró para mirarle.
-¿Quién
es?
-Una
puta de Whitechapel-Jared se encogió de hombros mientras se acercaba a su
primo-el otro día salí y vi ese cuadro en un mercadillo, el que lo vendía dijo
que la chica se llama Mary Kelly, o algo así, quién sabe. Lo compré para
fastidiar a mi padre, ya sabes como es y cuando se entere de que tiene el
cuadro de una vulgar prostituta en el comedor de su casa le dará algo-Jared rió
aunque Sydney solo miraba a la chica.
Cuando
se despidió de su primo en vez de dirigirse a su casa fue a Whitechapel. El
barrio no era un lugar nada aconsejable para la gente de su clase y anduvo por
una calle mirando a los lados de vez en cuando hasta que se dio cuenta de que
así no la encontraría nunca, por lo que decidió entrar en un bar y preguntar.
El
bar más que un bar parecía un antro, estaba muy oscuro y había un montón de
hombres que parecían camioneros y mujeres muy escasas de ropa. Sydney se sentó
en un taburete de la barra de un bar y pidió un whiskey, lo que sorprendió al
camarero ya que en todo el tiempo que llevaba trabajando allí, solo un par de
personas había podido permitirse pagar eso.
Una
mujer morena con el pelo demasiado liso se acerco a Sydney y se sentó a su
lado, bien pegada a él.
-Me
invitas a una copa, ¿guapo?
Sydney
la miró un momento dubitativo pero accedió.
-Claro,
si me hace un favor.
-De
acuerdo, cobro 50 libras la hora.
-¡Oh!
¡no! No me refería a eso señorita.Verá, estoy buscando a una mujer, se llama
Marie Kelly, mi primo dijo que podría encontrarla por aquí cerca.
-Oh
si, la pequeña Mery, hace muy poco que llegó pero como parece tan dulce nos
está quitando el trabajo ha todas. Está allí-La mujer señaló a unos asientos
cerca de una ventana-y si Mery te da la patada pregunta por Elizabeth.
Ella
sonrió, Sydney pagó las dos copas y se acercó al lugar donde Elizabeth le había
dicho que estaba Marie.
-Y
fue ahí donde os enamorasteis ¿no?
-Oh no querida-Marie rió-ni mucho menos, las
historias de amor no son tan sencillas, quizás sí sea así en tu mundo, pero no
en el mío. En mi mundo no te enamoras de la primera persona que te busca,
aunque sea un tan apuesto como tu primo.
-¿Ah no? Entonces ¿cómo te enamoraste de él?
-Christal, ¿tus padres son tan cotillas como tú?
-Querido deja tranquila a tu prima; si no quieres
contarle la historia, ya sigo haciéndolo yo.
Sydney
miró a la chica que tenía la cabeza vuelta hacia el cristal.
-Perdona,
¿puedo sentarme?
La
chica le miró y asintió con un suspiro, acababa de dejar a un cliente y ya
había aparecido otro, no la dejaban descansar. Encima el chico no paraba de
mirarla, debía estar muy necesitado.
-¿Eres
Marie Kelly?
-Ajá-Marie
volvió a mirar por la ventana con aire distraído hasta que se dio cuenta de que
no debía tratar así a sus clientes, que David y ella vivían de eso, por lo que
volvió a mirar al chico que no había dejado de observarla-¿Qué quieres?
A
ti, fue lo primero que Sydney había pensado, pero él sabía que no debía decirle
eso, que lo mejor sería que hiciera el papel de querer sus servicios y
conseguir enamorarla poco a poco.
-Me
han hablado bien de ti, así que tenía curiosidad.
-Lo
siento, pero hoy no puede ser, he trabajado demasiado ya y empieza a oscurecer.
-Puedo
pagarte el doble de lo que cobres.
¿El
doble de lo que cobraba? Ese chico estaba loco, ella era la que más cobraba de
todas las chicas de ahí y ninguno de sus clientes podía permitirse pagarle más.
-Cobro
100 libras la hora.
-No
me importa, el dinero no es un problema. Puedo permitírmelo.
Fue
en ese momento cuando Marie se fijó bien en el chico: iba bien vestido y
arreglado, la ropa era cara por lo que debía tener dinero.
-Muy
bien, sígueme.
Marie
se levantó y salieron juntos del bar hasta un callejón.
-Ven
aquí.
La
chica le bajó los pantalones a Sydney y se levantó la falda del vestido.
-Ya
está dentro del todo.
Sydney
sabía que no era verdad, había tenido experiencias suficientes como para saber
que no era así, pero no le importaba, porque estaba con ella.
-Es tarde
La voz de Sydney interrumpió rápidamente el resto de
la historia de Marie.
-Christal y yo tenemos que irnos.
Le dio un rápido beso y se levanto, Christal suspiró
y se levantó también acercándose a Marie.
-Ya acabarás de contarme otro día la historia.
Susurró y le dio dos besos a la chica.
Sydney y ella salieron del apartamento y anduvieron
de camino a casa en un gran silencio hasta que fue Christal quien decidió
romperlo.
-¿Por qué te has enfadado?
-Porque es mi historia de amor y es algo íntimo ¿por
qué demonios has tenido que preguntarle?-Sydney había empezado a subir la voz y
un par de transeúntes se habían quedado parados observándoles-¡¿Tan vacía está
tu vida que necesitas conocer la vida de los demás?! ¡Búscate un novio y deja
de meterte en la vida amorosa de la gente!
Esas palabras le hicieron daño, mucho y agachó la
cabeza.
-No hables de lo que no sabes Sydney
-¿Acaso tienes novio? Dudo que alguien te aguante.
Christal se limpió rápidamente un par de lágrimas
con el dorso de la mano y echó a correr en dirección contraria a la casa para
alejarse de allí.
********
Cuando Sydney volvió a casa Dorotha le miró
preocupada
-Señorito Sydney ¿y la señorita Christal?
-No lo sé, discutimos y se fue corriendo.
-¡¿Cómo?! ¿Qué ha pasado?
-Me cabreó y le dije que se buscara novio y me
dejara
En ese momento, Dorotha palideció y empezó a llamar
rápidamente a Andrew. Sydney la miraba asustado.
-¿Qué ocurre?
Andrew apareció corriendo y Dorotha le explicó la
situación.
-Hay que encontrarla antes de que sea demasiado
tarde.
-¿Alguien me va a explicar qué diablos ocurre?
Dorotha pareció dudar un momento, pero Andrew la
insto a que se lo contara.
-Andrew, vete a buscarla, corre. Yo le contaré lo
que ocurre a Sydney.
Andrew salió de la casa y Dorotha acompañó a Sydney
al salón, cuando se sentaron en el sofá, Dorotha suspiró.
-Verás Sydney, Christal no es una chica de 16 años
normal, ella tiene algo…aun no sabemos qué es, pero no es bueno. No se debe
enfadarla, creo que ya apreciaste una vez lo que pasa cuando se enfada
verdaderamente y lo que has dicho hoy es…muy doloroso para ella porque ella una
vez se enamoró locamente de un chico, se llamaba Dan, pero un día que había
quedado y él no apareció.Al cabo de unas semanas apareció chamuscado su
cadaver. Hubo una gran polémica en New Heaven y ese fue uno de los motivos por
los que su madre decidió mandarla aquí. Nadie sabe qué pasa, pero cuando
Christal se enamora ocurren cosas raras, hace años un niño que le gustaba
desapareció un aún no se sabe nada de él. Por eso le ha dolido tanto que le hayas
dicho eso, nadie sabe que ocurre con ella pero estamos todos muy preocupados.
Sydney se quedó en silencio unos minutos, sin saber
que decir.
-Yo…no sabía nada…aquél día que se enfadó vi como
sus ojos se volvían de un negro penetrante, daba miedo.
Dorotha asintió.
-Sí, aun no podemos saber que significa eso pero nos
da miedo que a la larga acabe desencadenado en algo que sea peligroso esta vez
para ella, por eso sus padres tampoco le dejan instaurar relaciones de amistad
con mucha gente, por si acaso y nosotros vinimos aquí para vigilarla y
protegerla-Dorotha suspiró-Sydney, nadie sabe esto. Por favor, no se lo cuentes
a nadie; podría ser peligroso para ella.
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